viernes, 31 de agosto de 2007

Cuando el tiempo se detiene

Cuando el tiempo se detiene

Me espera otro día de rutina, lo presiento. Quizás alguna que otra bronca del jefe, quién sabe.

¡Mierda! El metro está parado en el andén, si corro quizá llegue a cogerlo. Bajo las escaleras precipitadamente, al compás del sonido que indica que las puertas se cierran. Cuando llego abajo, las puertas están selladas y el metro se despide de mí con un sonido melancólico.

Agotada por la carrera, me dejo caer en un banco y cierro los ojos. Diez minutos. En cuanto los abro, me quedo mirando a una niña que abraza a su perrito, sentada a los pies de su madre. Ocho minutos.

Llega el siguiente metro y me subo, arrastrada por la muchedumbre. Cuatro minutos. Una mujer me golpea con una bolsa, mientras se disculpa estrepitosamente. La gente empieza a movilizarse y yo intento apartarme. Tres minutos. Próxima estación: Catalunya. Dos minutos. El metro frena lentamente, y los primeros vagones vislumbran la estación. Un minuto. Se abren las puertas, y la gente empieza a descender con gran desorden. Qué extraño, casi no sube gente. Se cierran los accesos y el vagón queda medio vacío. Veinte segundos. Me siento, aprovechando que quedan asientos libres. Tiempo. Giro la cabeza, como movida por un resorte, y veo unos ojos verdes que me observan desde un rincón. ¿Por qué me late tan deprisa el corazón? Mi cabeza da vueltas alocadamente. Esos ojos verdes… una parte de mí los reconoce y otra se niega a revelarme su identidad. El metro frena lentamente. Universitat. El vagón se llena de nuevo. Dos minutos. Se cierran las puertas y el metro arranca. Busco anhelante esos ojos verdes entre la gente. Escondidos, rehúyen mi mirada. Me levanto y voy a su encuentro, sin importarme siquiera pensar una excusa. Cinco minutos. Disminuye la velocidad y me deslizo por el suelo tambaleante. Cuanto más me acerco yo, más se aleja él de mí. Se abren las puertas y su sombra se escabulle por una de ellas, arrastrándome a mí detrás. Corro y mis piernas flaquean, pero no me detengo. No logro entender hacia dónde se dirige hasta que veo que sube a otro vagón, acompañado por el tintineo de la alarma. Ocho minutos. Demasiado tarde.

Observo cómo se aleja de mí mi sueño, recordando cómo se ha detenido el tiempo al detenerse mis ojos en los suyos.

Quizá todo haya sido un espejismo, pero de ahora en adelante escudriñaré todos los rincones del mundo subterráneo hasta encontrarlo, hasta encontrar el tiempo perdido, para volver a sentir el dulce aroma del tiempo cuando se detiene.

3 comentarios:

Ladusvala dijo...

A la búsqueda del tiempo perdido, ¿eh? xD

Me gusta, incluso más que el de la chica rusa que me enseñaste hace un par de meses o tres. Se te dan bien los relatos cortitos.

Un beso, guapa ;)

P.S. Te voy a enlazar, si no te molesta. Más vale tarde que nunca ^^u

Martina dijo...

Me ha gustado mucho. Muerte de blanco también.

Espero leer algo más pronto, a mi también me gusta escribir.


Besos! Martina.

Anónimo dijo...

Ets catalana¿
e trobat el teu blog perqee stavaa taafanejan peer la web de crepusculo-es i miraa ma fet ilu pasarmaa pkee eras la mes peke!!
Jo tink 12 anys proo tamb mee ngaanxat a creepususculoo!!
Eskriius geniaaL!!

si voLs pasaat aL meu fLoog!!
www.fotolog.com/annaaa17 esperare el teu comen.

Adeeuu cuidaat!!

annaaa.